Los Balcanes
Siguen igual
las mismas caras azuladas
y sus tentáculos ennegrecidos, piden pan.
Hoy, el mismo rictus de sacrificio organizado
cuelga en los tarantines de la esperanza.
La avaricia cambia de dueños
y en los confines de prehistóricos balcones
sus barrotes de percusión
esperan la salida de los astros
en un eclipse total de sol.
Soledades de metal.
Las manos sudan
sus fragancias de verano.
El aroma inconfundible del mutismo
perturba el asfalto
con algún pachulí viajero.
Todos vamos
sobre la misma ruta.
Sobre los mismos rieles retraídos
del silencio.
Hay tanta gente aquí
que nuestras soledades
se estrellan.
Urbes infinitas
- ¿Te ha sucedido alguna vez ver una ciudad que se parezca a ésta? –
/Italo Calvino/
I
La procesión va por dentro
árbol de copas caídas, sin verdor.
Aquel hombre sin abriles, sin cabellos
arqueado al conjuro de los años, seco.
Vigías de las ciudades y sus humaredas.
Derramada savia del fruto ausente
en la corteza del recuerdo, adentro.
Mis raíces se enredan en sus corpúsculos de asfalto
viajan en sus hojas
al febril vaivén del pensamiento.
Inciden las vertientes,
cruces en que transmigran mis urbes
opacas y sin tiempo.
II
Me adentro en sus pupilas de argamasa,
por sus venas de sombras y luces amarillas.
Las luces ilustradas de las calles.
Sus faros nos aglutinan sobre sus rieles
como estación del metro,
suma de nuestros pasos, pienso:
Los que suben, los que bajan
y los que vamos quedando
en la cuenta inmaculada del calvario.
III
Desde éste pináculo de maquetas
mis urbes y sus mamposterías
tienen el diseño intacto y negligente
de un arquitecto de facto.
Las mismas soledades se repiten.
Idénticas sus casas aniñadas
con rictus de pobrezas en las manos.
Sus causes con más calles, con más carros, nos llevan
a ningún lado.
Mi ciudad es suma de vidas,
con sus luces, con sus huellas, nuestros pasos.
Un transeúnte más por las sendas intestinas del ocaso.
Oración póstuma al silencio
Desde un cielo disfrazado de olvido
todo cae a la memoria.
Las mismas nubes precipitan su descenso,
trémulas.
Son resuellos de la carne
en que suspende el silencio.
No se detienen,
tornan sobre los pasos cáusticos del ayer.
Cuando el olvido nos debe
un atajo hacia la libertad;
sin el sentido oculto en que divisan al espejo
las sombras detractoras de la piel.
Asoman
por los vértices de la noche
y desgarran las mantillas del olvido.
Secuestran en el filo de sus leguas
a la lejana inocencia de mis poros.
Cuando la noche las disipe, será libre
el violáceo rostro de la culpa,
póstuma oración de mi silencio.
II Antología del Movimiento Internacional de Escritoras "Los puños de la paloma"
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4 comentarios:
Poesía que conmueve e interpela, que se disfruta totalmente, aunque el mensaje sea, por momentos, desgarrador, porque los valores estéticos y de contenido marchan juntos en esta travesía por la ambición implacable, las luchas, la indiferencia y el silencio que nos propone Andrea.
Pilar
Gracias Pilar, estoy gratamente sorprendida y conmovida por tus palabras y la singularidad de tu mensaje. Espero que pronto podamos vernos y agradecerte en persona esta cordialidad.
Un fuerte abrazo.
Andrea
Andrea:aquì leyendo ìntimamente tus poemas, a ratos me desconsuelan, tan magnìficos.. y luego pienso.. mientras haya quien escriba asì no todo està perdido. Un abrazo, Silvia.
Silvia, mil gracias por tus palabras, no tienes idea la emoción que me producen. Estoy preparando mi libro con nuevos escritos. Te los envío prontito.
Un fuerte abrazo con mi admiración adjunta.
Andrea
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